Juego con Brunito, un poco rudamente. Lo levanto en vilo, y lo arrojo al sofá. Me abalanzo sobre él y le levanto la camiseta, descubriendo su ombligo:
– ¡Te has desinflado! Ahora te inflaré de nuevo.
– ¡No, no, no! –Me grita, mientras se retuerce de la risa.
– ¡Que sí, qué sí! –Mientras me aplico a soplarle con fuerza el ombligo.
Y entonces, súbitamente, me dice:
– ¡Pero a mí me tienes que inflar por el pene!
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